En las sesiones de música con bebés nos ayudamos con materiales diversos para diferentes finalidades, bien sea:
– facilitar el movimiento según las distintas cualidades propuestas por Laban (pañuelos, saquitos, pelotas…)
– recalcar el sonido de reposo de una melodía (saquitos…) o las funciones tonales (campanas, boomwakers…)
-ofrecer posibilidades de investigación sonora (instrumentos de pequeña percusión…)
-propiciar actividades de conexión grupal (cinta cooperativa, octaband, telas…)
-subrayar el Mp o el mp (saquitos, pañuelos, cinta cooperativa, paracaídas…)
-invitar al diálogo rítmico o tonal a través de la imitación o invención de patrones (títeres, pelotas, micro…)
-incitar a la exploración vocal (títeres, peluches…)
-pretender mundos o situaciones imaginarias (sirena de tren…)
-resaltar una característica musical en una canción o recitado (paracaídas, crótalos…) o bien mostrar su forma (cambio de movimiento con cualquier prop…)
-para que nos faciliten la sugerencia de juegos sencillos que acompañan propuestas musicales
Y seguramente podría hacer la lista más extensa…y estaréis de acuerdo en que el uso de los props es muy versátil.
Con el anhelo y la voluntad de mejorar nuestras clases, vamos buscando y construyendo materiales cada vez más atractivos y, a veces, muy sofisticados, pensados para actividades concretas con que seducir a pequeños y padres. Pero todo esto comporta, creo yo, el peligro de convertir –sin ser conscientes de ello- nuestras sesiones de música en espectáculos visuales que relegarían a niños y mayores al papel de espectadores cada vez más ansiosos de novedades que irían quedando obsoletas una tras otra. De ser así, estaríamos dando a los objetos un protagonismo excesivo y, lo que es peor, propiciando la posibilidad de desplazar la música a un segundo plano.
Es por eso que, según mi opinión, los props deben tener, si se quiere, una función muy general y, a la vez, una muy específica y concreta: propiciar la conexión entre la música y el movimiento; ayudar a captar la atención hacia la música…pero nunca la de convertirse en protagonistas que desplacen a niños y adultos a la posición de espectadores o actores con poco o nulo margen de acción.
En cualquier caso, lo que no debemos olvidar es que el movimiento es un elemento importantísimo a tener permanentemente presente en nuestras sesiones. A través de la experimentación de las cualidades descritas por Laban (espacio, fluidez, peso y tiempo) se abre un inmenso campo de investigación para nuestro desarrollo como músicos y un sinfín de propuestas de actividades atractivas que permitirán a nuestros alumnos conectar con la esencia de los distintos aspectos musicales…y muchas veces sin la necesidad de un objeto.
Aunque hoy día -entre internet, la cantidad de materiales que podemos encontrar en los “todo a cien”, las maravillas que se fabrican en tiendas especializadas, etc.- se hace muy difícil resistirse a la tentación de hacer acopio de props. Pero quizás, la tentación a la que no deberíamos resistirnos y a la que tendríamos que entregarnos en cuerpo y alma es a la de estar constantemente aprendiendo, componiendo melodías en modos distintos, ahondando cada vez más en las distintas cualidades del movimiento, atendiendo siempre a la afinación y a la cualidad de la voz.
A veces no tener ningún prop da vértigo. Pero creo que tenemos que confiar en nuestra voz, en nuestro cuerpo y en nuestra capacidad de comunicación, improvisación y empatía con el momento y la situación; confiar en nuestra receptividad a las sugerencias, propuestas y aportaciones que continuamente nacen de los bebés, etc. Y sin embargo, todo eso no debe ser un obstáculo para poder guardarse siempre un “as bajo la manga” por si las moscas…
Seguro que vuestras consideraciones y reflexiones sobre este asunto nos serán de mucha ayuda.