Nuestro potencial para aprender nunca es mayor que en el momento de nacer. Los primeros años de la infancia son cruciales para establecer las bases de un aprendizaje musical de por vida. Todas las experiencias musicales del niño desde el nacimiento hasta los 5 años, tienen especialmente un profundo impacto en lo que van a ser sus posibilidades de comprender, apreciar y aprender música en su vida de adulto. Los niños tienen que ser expuestos a una gran variedad de música durante estos años para poder desarrollar la base necesaria para recibir una educación formal cuando crezcan.
Los niños aprenden música como aprenden el lenguaje. Después de haber escuchado la lengua materna durante varios meses, el niño entra en una etapa de balbuceo, en la cual experimenta con los sonidos del lenguaje, que carece de sentido para los adultos que les rodean. Pronto, captará la lógica interna del lenguaje y será capaz de imitar las primeras palabras, para después ser capaz de juntarlas por sí mismo, en frases y expresiones.
Los niños también atraviesan una etapa de balbuceo musical, en la cual producen sonidos que no tienen sentido para los adultos que les escuchan. En el balbuceo tonal, el niño canta con la calidad de su voz de hablar y en el balbuceo rítmico el niño se mueve erráticamente, sin tempo consistente ni métrica reconocible.
Los niños que no han emergido aún de la etapa de balbuceo, no se pueden beneficiar de un educación formal. No se les debería enseñar como si fuesen jóvenes adultos o niños de jardín de infancia. Lo que deberían de hacer profesores y padres, sería guiarles de manera informal hacia la comprensión del lenguaje hablado antes de recibir una escolarización formal.
El libro de Edwin Gordon que trata en profundidad el tema de la educación musical temprana es: A Music Learning Theory for Newborn and Young Children (GIA PUBLICATIONS 2003).