Aprender a tocar el piano se tiene asociado a 2 actividades principales: una, descifrar datos de la partitura de donde el pianista saca la información sobre que notas debe tocar y dos, seguir las indicaciones técnicas que el profesor le da para reproducir de forma adecuada estos datos. Esta imagen del aprendizaje pianístico e instrumental en general, está tan arraigada en nuestra cultura que cuando vemos imágenes de niños, incluso muy pequeños, tocando el piano siempre vemos la partitura colocada sobre el atril y pensamos que cualquier otra forma de aprender a tocar es menos cualificada. Cualquier padre o madre se siente satisfecho cuando su niño va siendo capaz de descifrar los símbolos de la partitura, aprende a coordinar los movimientos de sus dedos con estos símbolos y el resultado son pequeñas piezas que con tiempo y práctica se pueden convertir en grandes obras maestras de los grandes compositores.
Los padres no tienen criterio para cuestionar este aprendizaje, ni perspectiva para valorar sus resultados, y los profesores que si lo tendrían para poder hacerlo, no lo hacen mayoritariamente, absorbidos o absortos en la inercia de una práctica docente mecánica, basada en la repetición de los modelos docentes con los que ellos mismos fueron enseñados.
Este modelo, que curiosamente tiene más de 100 años de antigüedad y que es fruto de las prácticas instrumentales decimonónicas, es obsoleto y limitante. Las partituras descifradas de la manera tradicional sólo pueden abrir las puertas de una práctica pianística mecánica e imitativa. Explicaciones interminables sobre la técnica más adecuada, no pueden compensar las carencias de un aprendizaje que ha perdido de raíz su base más primaria y esencial, el anclaje de lo aprendido en primera instancia en el área auditiva y lingüística del cerebro, algo que nos permite aprovechar al máximo todos las capacidades de aprendizaje musical intuitivas con las que nacemos y que predispondría nuestro cuerpo de una forma más adecuada hacia la acción instrumental.
A comienzos del siglo XXI no podemos obviar las investigaciones que nos hacen desarrollar visiones más amplias y completas de las cosas para adaptarnos a una realidad cambiante y dinámica. No podemos dejar de lado lo que la neurociencia nos explica sobre el funcionamiento de nuestro cerebro en relación al aprendizaje musical y en relación a la percepción de nuestro cuerpo en movimiento. Ya hace mucho tiempo que en la educación musical se han buscado enfoques que posibiliten un aprendizaje que no comience con la partitura. Edwin Gordon, el último gran pedagogo musical fallecido hace escasamente un año, ha tenido en cuenta todas estas cuestiones y las aportaciones de sus antecesores para llevar a cabo una investigación sin precedentes sobre cómo aprendemos música, la llamada Music Learning Theory (MLT).
Gracias a la MLT y al término “audition” que Gordon acuñó en ella, que quiere decir pensar música de forma comprensiva, hoy podemos tener una nueva respuesta más clara y precisa a esta pregunta: ¿Quién le dice al niño que notas tiene que tocar en el piano?
La respuesta tradicional y aún mayoritaria en la educación musical es: la partitura. Aunque el niño sea capaz de cantar una canción con perfecta afinación y estilo no sabrá que notas son las que tiene que tocar en el piano a menos que la partitura se lo diga.
La respuesta que han dado otros profesores que no han creído en la enseñanza tradicional porque han visto las grandes dificultades con las que se han encontrando aplicando esa respuesta es: la imitación. El profesor bien intencionado muestra al niño las notas, viéndole a él mismo cómo tocarlo o cantándoselas. Estos profesores han visto la dependencia que creaban en sus alumnos y las dificultades en etapas más avanzadas del aprendizaje.
Pero ahora y gracias a la MLT de Gordon podemos tener una tercera respuesta, que no es nueva, sino redefinida con una nueva perspectiva en el siglo XXI. Al niño le dice qué notas tiene que tocar lo mismo que se lo decía a Mozart cuando tocaba el clavicémbalo, su “audiation”, es decir, su propio pensamiento musical comprensivo que es capaz no solamente de reproducir comprensivamente las piezas que se aprende sino también de variarlas, o tocar lo que improvisa o crea sobre la marcha.
Enseñar a los niños a tocar el piano o cualquier otro instrumento usando su propia “audiation” es hacerles sobre todo músicos hábiles y capaces, centrados sobre su esfera auditiva, expresando los sonidos que escuchan en su interior, sean ajenos o propios. Así el piano es un inmenso lienzo lleno de infinitas posibilidades donde plasmar el inabarcable lenguaje de la música que brota en su imaginación.
Marilyn Lowe ha desarrollado un método para piano basado en la MLT de Gordon, Music Moves for Piano (www.musicmovesforpiano.com). La misma Marilyn Lowe nos visitará en Madrid los días 20 y 21 de mayo invitada por IGEME (Instituto Gordon de Educación Musical, www.igeme.es) para dar un curso en la Escuela de Música con Corazón (www.musicaconcorazon.com) en Madrid. Previamente IGEME ofrece un curso introductorio el 18 y 19 de febrero en el mismo lugar. Ambos cursos están abiertos tanto a profesores de piano como de otros instrumentos que quieran extrapolar los principios trabajados a sus propios instrumentos.
Marisa Pérez
Directora de IGEME
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